Bésame
Antes del atardecer, antes de que el viento susurre mi nombre.
Antes del anochecer
Antes de que el murmullo perdure.

Bésame
Después de brindar y brincar
Después de llorar sin parar
Después de caer

Bébeme
El liquido seminal se diluye en incontables gotas de licor
Entre jardines y selvas
Entre el rencor

Bébeme
Pero quizás soy veneno
Quizás soy lujuria y desesperación
Eterna pasión

Bébeme
Como agua de manantial
Pero quizás solo soy
Un murmullo matinal

-MARIUS VON CHESHIRE



Derramo la copa de vino que estaba frente a ella, derramando su contenido por toda la mesa y dejando que la copa rodara hasta el suelo.

Gracias a la alfombra el cristal no se quebró.

La levante rápidamente y serví un poco mas de vino en ella, este estado de nerviosismo no era normal en Laura.

Laura, la chica que todo el tiempo tenía todos  los sucesos bajo control.

Al parecer el día de hoy alguien más tenía el control.

Y eso ponía nerviosa a Laura.

En la calle la lluvia continuaba.
Pequeñas gotas golpeaban la ventana, sin ritmo y sin consideración.

Su sonido solo inquietaba mas a Laura.

Y el vino tampoco hacía nada por tranquilizarla.

Pero el día de hoy yo tenía el control.

El control sobre Laura.

Sobre toda ella.
Su piel.
Su mirada.
Sus manos y su esencia.

El día de hoy ella era toda mía.

Y eso la inquietaba.

Llevaba la copa a sus labios con cierto temblor en sus manos, en sus labios, en su mirada.

Yo no titubee.

Deslice mis manos sobre su cintura.

Tan pequeña.

Deslice mi lengua en su boca.

Tan húmeda.

Deje que su ropa callera lentamente.

Yo tenía el control.
Y la noche apenas comenzaba.

Después de todo.

Solo existe una primera vez.


-MARIUS VON CHESHIRE



Cap-13-HUMANO

Día ¿?.

Algo en mi dejo de existir, a partir de ese momento todo lo bueno que quedaba en mi interior desapareció.

Todo rastro de esperanza, alegría, cariño, humanidad.

Se fue.

Solo quedo lo más oscuro de mi ser.


Héctor pareció disfrutar de todo el espectáculo.

Aun después de que las creaturas se llenaron y solo usaban las entrañas de Samantha para entretenerse.

El bastardo seguía observando.

Con esa risa malévola en el rostro.

Concentrado en disfrutar de su show sádico.

Su ultimo error.

Lo golpee con todas mis fuerzas restantes, le di un golpe en sus bolas tan fuerte que chillo como un cerdo.

Ahora el estaba a mis pies y yo tenía el control.

Tenía todo el tiempo del mundo para divertirme con ese pedazo de porquería.

Pero lo más justo sería concederle la cortesía de morir a manos de sus amigos del foso, pero antes de arrojarlo decidí romperle sus brazos.

No podía permitirle escapar.

Tome un pesado tronco que se encontraba tirado, golpee  sus brazos asta escuchar un tronido seco.

Lo que se rompió no fue el tronco.

Rompí los huesos de sus brazos.
El bastardo seguía llorando como cerdo, rezándole a su dios.

Su dios no lo salvara.

Lo arroje al fondo del foso, las creaturas aun estaban llenas de su última comida, así que tardaron un poco en interesarse en Héctor, pero en cuanto comenzaron a notarlo, el bastardo empezó a implorar.

No lo mataron rápidamente, solo querían asegurarse que no iría a ningún lado, comenzaron a rasgar sus piernas, las mordieron y trituraron asta arrancárselas.

Lo dejaron inmóvil y observando.

Tardo unas cuantas horas en morir desangrado.

Fue una buena muerte.

…………

Mi diario estaba tirado en el lodo, decidí escribir esto, tal vez será mi última anotación, tal vez todos están muertos.

Tal vez yo seré la siguiente en morir…

Sin escape.



-Casandra Pleasance Liddell








el cuervo

edgar allan poe

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
"Es -dije musitando- un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más."
¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.
Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
"Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más."
Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
"Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía."
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.
Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: "¿Leonora?"
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: "¡Leonora!"
Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
"Ciertamente -me dije-, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio."
¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
"Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-.
no serás un cobarde.
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!"
Y el Cuervo dijo: "Nunca más."
Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: "Nunca más."
Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
"Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas."
Y entonces dijo el pájaro: "Nunca más."
Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
"sin duda -pensé-, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de "Nunca, nunca más."
Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: "Nunca más,"
En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!
Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
"¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!"
Y el Cuervo dijo: "Nunca más."
"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más."
"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más."
"¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: Nunca más."
Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!