Los primeros ataques fueron descritos como ataques de personas psicóticas  influenciadas por drogas o fanáticas religiosas.
Cada canal de televisión tenía una teoría diferente.

Pero todos concordaban en algo.
Los atacantes devoraban a sus victimas.

En ese entonces me encontraba trabajando en una tienda de discos en el centro de la ciudad; nada sorprendente, pero tenia una total libertad.

Trabajaba de 10 de la mañana a 7 de la tarde, un gran horario a mi parecer.

La tienda se encontraba en un centro comercial de pequeños locales, era una tienda pequeña, no formaba parte de una gran cadena de tiendas de música.

La fecha, 23 de diciembre.

El número de clientes que visitaban la tienda crecía en estas fechas; pero no tanto como en otro tipo de tiendas.

Sin embargo, ese día recibí la visita de mi pequeña vecina,  su nombre era Ariel, de 11 años de edad, venia acompañada de su padre.
Querían un regalo de navidad para su hermano mayor, un apasionado joven amante de la música.
Me dio mucho gusto ayudarles, recomendarles algunos grupos musicales y los nuevos álbumes de música, algo que le gustara a su hermano.

Dejaron la tienda llevándose un par de discos consigo, un buen regalo navideño.
Salieron de la tienda con la intención de  continuar con sus compras.

Su visita fue cerca de las 7 de la noche, casi a mi hora de salida. Las tiendas estaban aún abiertas y a la espera de compras navideñas.
Pero algo extraño sucedió esa noche.

Cerré la tienda a las 7:23, todo lo que quería ahora era un cigarrillo y una taza caliente de café.
Un buen descanso.

Eso nunca sucedería.

Al llegar a la salida principal del centro comercial me encontré con un retén policiaco, algo malo había sucedido y no estaban dejando salir a nadie.
Al principio mantuve la calma, asumí que se trataba de algún robo y los ladrones se encontraban acorralados.
O quizá alguna pelea.

Eso habría sido lo mejor.

Me encontré con la pequeña Ariel y su padre, un hombre de 34 años llamado julio.
Me acerque a julio para preguntarle si sabía algo de lo sucedido.

Lo que me contó me quito el aliento.

Dos mujeres habían sido asesinadas afuera del edificio, la policía fue alertada de un ataque monstruoso.
Las dos mujeres fueron devoradas y destrozadas, solo se sabía que eran mujeres por su ropa destrozada y sus bolsos.
Sus cuerpos fueron destrozados.

La policía estaba buscando a algún animal lo suficientemente grande y salvaje como para acometer tal atrocidad.
Un oso, un león o tigre, tal vez escapado de algún zoológico o circo cercano; un animal salvaje.

No permitían la salida del centro comercial a nadie, al menos hasta que la policía se asegurara que la bestia no se encontraba en las cercanías.
Muchas personas vivían cerca del lugar y llegaron a pie, así que tendrían que irse de la misma forma, eso los expondría a un ataque similar.

Lo mejor que todos podíamos hacer era esperar y agradecer que no fuéramos nosotros las victimas de tan desafortunado ataque.

Decidimos alejarnos de la entrada principal y tomar asiento en unas pequeñas mesas de concreto.
Ariel se encontraba jugueteando en la fuente, su padre y yo fumábamos un cigarrillo.

Empezábamos a relajarnos un poco y a charlar de cosas triviales.

Un golpe seco nos empujó fuera de ese estado de relajación, alguien había caído desde el tercer piso, justo enfrente de la fuente.
Alguien había muerto.
O eso fue lo que pensamos.

Rápidamente nos dirigimos a la fuente, lo que encontramos fue aterrador.
Teníamos frente a nosotros a un hombre, un hombre con el rostro llenos de sangre y con sus brazos destrozados.
Su cuello estaba inclinado de forma antinatural.

Lo que vimos no era ya un hombre.
Y lo que hiso tampoco era de hombres.

Se dirigió a la pequeña Ariel, sus movimientos no se vieron afectados por sus heridas, nosotros nos quedamos petrificados, no podíamos dar crédito a lo que veíamos.

Reaccionamos demasiado tarde.
Muy tarde.

El bastardo tomo a Ariel del cabello y la levanto sin ningún problema.
La acerco a su boca.
Y de un solo bocado arranco la mitad del pequeño cuello de Ariel.

La sangre se desbordo.
La cabeza de Ariel colgaba de lo que quedaba de su cuello.

El bastardo la estaba devorando.
Fue en ese momento cuando el caos comenzó.

Fue en ese momento en que la vida de la pequeña Ariel termino.
Y de cierta forma.
La mía también termino en ese momento.


 -Casandra Pleasance Liddell 





Beber la sangre de una niña pequeña, no puedo decir que nunca antes lo haya hecho, pero beber la sangre de una niña a la que Legión trajo ante mí. Eso es algo que debo pensar con cuidado.  

Me tome unos cuantos segundos para observar con cuidado a Elle, su cabello largo y brillante, sus ojos profundos, su piel tersa y su aroma.
Un aroma que nunca antes había notado en una persona.

­—¿Qué eres?

Mi voz casi titubeo al pronunciar esta pregunta, para mi sorpresa, tenía un poco de miedo.

—En pocas palabras, soy una bruja, nací siéndolo y Legión me está ayudando a mejorar, esa es la razón por la cual acudimos a ti.

—¿Así que yo también te ayudare a mejorar?

—Pongámoslo de este modo, yo te ayudare y tú me ayudaras, será un intercambio, una asociación y en algún momento futuro, esa asociación podría traernos muchos beneficios a ambas.

Su forma de expresarse, de alguna forma me trae a la mente a alguna gran empresaria, cerrando un trato millonario.

—Tú me darás tu sangre, que asumo es muy especial; ¿y que es lo que quieres a cambio?

Sus pestañas eran realmente largas.

—Mi sangre a cambio de tu sangre.

¡Pero qué demonios planea!
¿Mi sangre?
Mi mirada se concentró en sus ojos, esperando una mejor explicación.

—Bueno, no exactamente tu sangre, tu beberás mi sangre y yo tomare a cambio un poco de tu sangre combinada con la mía.
Una combinación realmente poderosa.

En eso tiene toda la jodida razón.

—No sé qué clase de juego tengan planeado Legión y tú, pero no yo no seré participe de él.

—Pero aun no te he contado la parte que te interesa, el cómo nuestro pequeño juego te ayudara en tu venganza personal.

Durante todo este tiempo, Elle había permanecido de pie, parada frente a mí, un poco inclinada.

—No puedo garantizar tu victoria, pero con mi ayuda te garantizo que todo terminara más pronto, después de todo, eso es lo que quieres, cerrar este capítulo de una vez por todas.

Elle tomo asiento a mi derecha, al parecer pesaba menos de lo que aparenta, el sofá no se sumergió ni un poco con su peso.

—Y lo mejor de todo, yo sé dónde se encuentra Samuel.

Diablos, esta sí que era una muy buena oferta.

Las pequeñas manos de Elle se deslizaron por mi cuello, ahora que se encontraba sentada a mi lado su aroma era más penetrante, hipnótico, demencial.
Sus pequeños labios comenzaron a besarme el cuello, dejando pequeñas marcas, como si un sus labios se encontraran al rojo vivo.
Poco a poco subió hasta mis oídos, mordiéndolos, susurrándoles una y otra vez las mismas palabras.
Hazlo.
Hazlo.

—No seré capaz de detenerme, te matare sin saber lo que hago.

Mi respiración cortaba el silencio de la habitación, respirar era una gran hazaña, mi cuerpo agitado y excitado, deseando solo una cosa.

Su cuello.
Su piel tan suave.
Su aroma.

Mis colmillos desgarraron la piel de su cuello.

Su sangre.

Su sangre…


 -marius von cheshire



Lo único que  recuerdo de ella es su sombrero, solo su sombrero; no recuerdo el color de su ropa, ni siquiera si traía puesto un par de pantalones o una falda.

No lo recuerdo.
Lo único que recuerdo es su sombrero.

Eso y su hermoso rostro.

Podría decir que tampoco recuerdo su nombre, pero eso seria mentir, ya que no se lo pregunte.

Su sombrero.

Un sombrero de copa, color negro, un tanto grande para su pequeño cráneo, pero de algún modo no desentonaba con su cuerpo.

Como dije, no recuerdo el tipo de ropa que tenia puesta, pero estoy casi seguro que se trataba de algún traje sastre, eso parecía ser lo más conveniente.

De acuerdo, el sombrero no era lo mas sorprendente, claro que jugaba una parte clave en mi interés hacia ella, pero aparte del sombrero había otra cosa que completaba la imagen.

10/6.

Una pequeña etiqueta color rojo, con números negros en la etiqueta: 10/6.

Ambos estábamos en un café, pasando el tiempo que teníamos libre.

La joven se encontraba a dos mesas de distancia de la mía, ambos nos encontrábamos solos, yo no esperaba a nadie; si ella esperaba a alguna persona no lo sabia; pero eso no me importo.

Me dirigí a su mesa a grandes pasos, no quería ser una molestia pero en ese momento no me importo; al llegar a su mesa note que su taza estaba vacía,  eso fue un buen pretexto para hablarle.

Le ofrecí una nueva taza, de café o te, no sabia con seguridad que estaba tomando, trate de moderar mi tono, no quería sonar como alguien tratando de flirtear con ella.

En realidad ni yo mismo sabía que quería de ella.

Ella me recibió con una sonrisa amistosa, al parecer no pensaba que yo fuera alguien raro, a pesar de ser un completo extraño.
Me ofreció el asiento vacío frente a ella; pregunto mi nombre y yo respondí.

Lo único que yo pregunte fue si quería una nueva taza de lo que tomaba.

Ella movió su cabeza en señal de afirmación, una taza de te negro, eso fue lo que ella pidió.

¿De que podían hablar dos completos extraños?

Tal vez de la razón que los llevo a hablarse.

Lo mas fácil para mi habría sido preguntarle por su sombrero.
Pero no lo hice.
Ni siquiera cruzo por mi mente.

Yo sabia todo lo que se puede saber acerca de ese sombrero.
No había nada nuevo que saber acerca de él.

Charlamos por al menos 30 minutos, charlamos de todo tipo de tópicos, desde el clima hasta nuestro lugar de residencia.

Como un par de viejos amigos que se encontraban después de un tiempo sin verse.

Y todo termino tan rápido.

Yo tenía que irme, ya había gastado mucho tiempo en el café y por mucho que quisiera seguir charlando, me era imposible.

Me despedí amablemente y me disculpe por mi intromisión, ella no parecía molesta.
Me levante y page mi cuenta.

Lo último que le dije fue simple.
Dos preguntas

¿Crees que estoy loco?

Por supuesto.
Esa fue su respuesta.

¿Te encontrare aquí mañana?

Su sonrisa.
Su sonrisa por respuesta.

-marius von cheshire



Cada época en la historia del arte tiene sus grandes exponentes, Picasso, Miguel Ángel, van Gogh, y cientos más.
Todos ellos hombres de insuperable talento.

Pero sin duda alguna el talento representante del siglo xxi es una gran mujer.

Su nombre es Cecilia Giménez.


Su talento natural para la restauración de obras de arte es indudable, solo basta darle una mirada al “Ecce homo”

Esperemos que su fino y asombroso talento nos brinde mas obras de arte en el futuro.

Y vaya que nos hace falta gente con talento.

Algunos cuantos han intentado copiar su trabajo, pero solo son meras copias del talento puro.












—Llegamos, despierta Elle, por fin llegamos.

Elle dormía en el asiento trasero de la camioneta, el viaje duró unas cuantas horas, habrían sido mas si me hubiera detenido en algunas ocasiones, pero no lo hiso, viaje directo y sin escalas hasta Oaxaca, México.

—¿Y exactamente a dónde llegamos? No veo nada a la redonda, solo arboles y una extraña atmosfera.

Bueno, me sentía muy bien de regresar aquí, después de tantos años.

—Pequeña Elle, ¡estamos en México! vinimos a visitar a un viejo amigo, uno que no me odia, por cierto, él nos ayudara un poco.

Solo debíamos encontrarlo.

—¿Es un mago?

—Bueno, se podría decir, pero el usa otra palabra para describirse, creo que una forma correcta de llamarlo seria chaman.

—¿Y como lo encontraremos? Estamos en medio de la sierra.

Elle tenía razón, estábamos en medio de la sierra, lejos de cualquier pueblo o rastro de civilización, pero eso no era ningún problema para gente como nosotros.

—No te preocupes por eso, él ya sabe que estamos aquí, incluso sabe la razón de nuestra visita, solo debemos esperar a que llegue, mientras tanto, deberíamos preparar algo de comer.
Y así lo hicimos, Elle y yo preparamos un poco de comida, teníamos una pequeña parrilla de gas y un poco de carne para asar; estábamos a la mitad de un camino no pavimentado, pero eso no era problema, casi nadie visitaba estos lugares, solo unos cuantos.

—¿Y me dirás la razón por la que vinimos a visitar a tu amigo?

Habíamos empezado a comer, esta seria una buena plática mientras esperamos a mi amigo.

—Claro, en primera, su nombre es Don Benito, es alguien en extremo poderoso, uno de los más grandes y poderosos chamanes que existen, él te ayudara a entender y aprovechar tus habilidades.

Elle me miro inquisitivamente, sabia que eso no podía ser todo.
Pero cualquier cosa que me quisiera decir, se la guardo.

—Dime Legión, ¿que ganas tu al ayudarme? no eres alguien caritativo, eso lo se, ¿entonces por que lo haces?

Afortunadamente no tuve que responder a esa pregunta, nuestro anfitrión apareció de improvisto.
Salió de entre la maleza de la sierra.
Un hombre de avanzada edad, pero con una fortaleza que cualquier hombre joven envidiaría.

Me levante al verlo llegar, se acercó a donde nos encontrábamos y nos saludo cordialmente.

—Buenos días Niza, mucho tiempo sin verte, y has traído contigo a la pequeña Béelia.

Elle se extraño de este recibimiento, más aun por los nombres que nos dio don Benito al vernos.

—Ya deberías saberlo, los nombres son algo muy importante, estos nombres que nos ha dado Don Benito son los nombres por los que él nos conoce y por los que nos llamara.

Camine hacia don Benito y lo abrase, hacia mucho tiempo que no lo veía, le presente a la pequeña Elle y el quedo maravillado con la pequeña, un buen signo.

Nos guio hasta su casa, no estaba muy lejos del lugar donde habíamos parado, tal vez unos 20 minutos de caminata, así que nos pusimos en marcha, había tanto por hacer y muy poco tiempo para hacerlo.

Su casa estaba echa de adobe y paja, constaba de dos habitaciones, solo eso, don Benito tenia una pequeña estufa para calentar su comida y un pequeño petate para dormir.
Un gran hombre.

Llegamos a la casa de Don Benito y nos sentamos a descansar un poco después de la caminata, Don Benito preparaba un poco de café en una olla de barro; elle fue la primera en hablar.

—¿Hace cuanto que se conocen?

Vaya, esa si que era una pregunta difícil.
Don Benito fue quien respondió.

—La primera vez que escuche hablar de Niza fue de boca de mi abuelo, me contaba grandes hazañas hechas por Niza, pero la primera vez que lo vi personalmente, yo tenia 23 años.
En ese entonces Niza usaba un rostro distinto.

—Pero, ¿como es posible?
Elle parecía sorprendida, muy sorprendida, sin embargo, su pregunta fue ignorada por ambos.

—Desde entonces, Niza y yo hemos tenido contacto cada cierto tiempo, nos hemos encontrado en distintos planos de la realidad, y en alguna ocasión lo e ayudado un poco.
Pequeña Béelia, aun no conoces en su totalidad a Niza; eso solo puede significar dos cosas, tu salvación o tu perdición.

Bueno, eso ya era demasiada información.

—Bien, bien, todo se aclarara en su momento, por el momento, Don Benito, necesito pedirle un favor.

Nos alejamos un poco de Elle, aun no era el momento de que ella lo supiera todo, antes de eso había muchas cosas que resolver.

—Necesito un “viaje”, hay algo que quiero describir, tus medios de viajar serán los mas rápidos.

—Sabes que te ayudare, tengo un poco de “polvo” preparado para un viaje rápido, si quieres algo mas profundo tendré que prepararlo con cuidado.

—El viaje rápido me servirá, mientras tanto podrás preparar a Elle un poco.

—¿Exactamente por qué la trajiste?

—Oh, vamos, no me hagas revelar la parte mas divertida del juego.
¿Me ayudaras a prepararla?

Don Benito no me respondió, en realidad no tenia opción, enseñar siempre había sido su misión.
Me dirigí a Elle para explicarle lo que tramaba, me ausentaría por unos momentos, no corporalmente, pero si en esencia, mientras tanto ella se quedaría a compartir y obtener experiencias con don Benito.
Elle acepto sin problemas.

Mientras tanto yo saldría a pasear.
Visitar a algunas personas a las que no les gusta ser visitadas.
Algunas de las cuales ni siquiera conozco.

—Toma, una pequeña cantidad, puedes llamarme cuando estés de regreso.

Don Benito me entrego una pequeña bolsita de cuero, en su interior se encontraba un polvo muy especial, hecho con el único propósito de expandir la mente y el espíritu.
Un polvo muy especial.





-Marius von Cheshire



La transformación suele ser muy placentera, como un gran viaje con tu droga favorita.
Una vez que despiertas transformado en algo mas, todo lo que te rodea adquiere nuevos tonos.
Tal vez podemos ver el aura de las cosas, como algunos humanos lo afirman; nuestros ojos adquieren nuevas habilidades, al igual que nuestro cuerpo.

Y la mente esta ansiosa por ponerlos a prueba.

Jin se levanto con un simple movimiento, sus heridas se comenzaban a cerrar con rapidez, sus músculos crecían en poder y volumen.
Su energía en estos momentos era interminable.

Todo lo contrario a mi condición actual.
Este proceso siempre terminaba agotándome, los rumores dicen que una vez que te acostumbras a ello no representa un gran problema.
Pero para mí esto es algo en lo que tengo muy poca practica.

Marlon y Rómulo mantenían su distancia, su mente me estaba velada en este momento, no podía ni imaginar que pasaba por su cabeza.

—Deberías hacerlo mas seguido.

La voz de Legión me trajo de vuelta al mundo real, hasta este momento no había notado que estaba tirada en el suelo, legión me ofreció su mano para levantarme; quise rechazarla, pero no podía ponerme de pie por mi misma, tuve que aceptar su gesto de amabilidad.

Jin me observaba con curiosidad, tenía tantas preguntas por hacer.
Pero no estaba en condiciones de responderlas.

—Jin debe alimentarse y tu debes descansar, si me lo permites lo llevare a cazar, es un chico listo, no creo que tenga problema alguno.

Realmente no tenia opción, aunque todo esto seguía pareciéndome muy sospechoso, muy pronto descubriría la verdadera razón de por que Legión estaba aquí; y presiento que no me saldrá nada barato.

—Déjame hablar con el primero.

Legión sonrió, se dirigió a Jin y lo envió a mi lado.

Jin estaba excitado, sus emociones se desbordaban en un torrente incontenible, no necesitaba leer su mente para saberlo.

—¡Lo hiciste! finalmente lo hiciste, me convertiste en alguien como tu.

Jin es el único que realmente quería esto, después de todo lo que tubo que soportar, esta nueva vida que le ofrecí era lo único importante para el.
Y ahora tenía lo que siempre quiso.

—Jin, escúchame, en este momento estoy muy cansada como para explicarte las cosas, por eso debes ir con Legión, él es alguien de confianza, él te dirá que hacer.

Jin volteo la cabeza, observo detenidamente a Legión, su mente comenzó a trabajar a un ritmo infinitamente veloz.

—Él… él no es como nosotros, él es completamente diferente, ¿cierto?

En eso Jin tenia toda la razón, cualquiera podía notarlo; Legión es un jodido monstruo.

—Así es, él es diferente, pero por el momento, debes ir con el, él te protegerá y te enseñara lo que debes hacer; debes alimentarte, recuperar tus fuerzas.

Jin me dirigió una mirada de preocupación, le importaba que yo también necesitara alimentarme.

—No te preocupes por mi, yo podre sobrevivir sin problemas, ahora ve, Legión te guiara.

Jin obedeció, no era algo particularmente fácil, dejar que Legión lo llevara a su primera cacería, pero era algo que debía hacerse.
Ambos salieron por la ventana, Legión me dirigió una sonrisa antes de salir.

¡Bastardo!

—No deberías ser tan ruda con el, al parecer todos lo odian.

Esa voz.
La pequeña Elle.
No note su presencia en todo este tiempo.
¿Fue mi debilidad o fue algo más?

—Al parecer tú lo estimas mucho, pero dudo que lo conozcas tan bien como yo.

—Puede que no, pero lo conozco ahora, y eso es lo que mas importa.
Es por eso que vinimos aquí, contigo.

Sus labios formaban una sonrisa encantadora, sus blancos dientes eran perfectos.

—¿Tu conoces la razón por la cual Legión me ayudo?

Elle respondió con una ligera risa.

—Claro que conozco la razón, vinimos a ayudarte.

Algo no me quedaba del todo claro, no podía confiar en esta niña, sin importar que tan hermosa fuera.

—Te lo demostrare, Legión se fue con Jin para que nosotras pudiéramos estar a solas, necesitamos charlar.

¿Elle y yo solas?
Ella claramente no era alguien común, pero dudo mucho que sea tan poderosa como para poder ayudarme.

—En eso te equivocas.
Y te lo demostrare.

Elle camino hacia donde me encontraba, extendió sus brazos y me beso la mejilla.
Su piel era en extremo cálida, como si un fuego sobrenatural ardiera permanentemente en su interior.

Acerco sus cálidos labios a mi oído derecho, sus palabras fueron un susurro.

Un susurro que helo mi piel.
—Bebe mi sangre, de esa forma tendrás la fuerza necesaria para tu venganza.

Ese bastardo de Legión, que demonios planea.
Traer a esta pequeña asta mis brazos y esperar que me alimente de ella.

Debo admitirlo, esa oferta suena tentadora.





-marius von cheshire



Los rumores terminaron por convencer a la desconfiada de Julieta, si tanta gente lo decía, debía ser verdad.

Pero eso no era suficiente.
Por eso ella fue personalmente a comprobarlo.

Y lo comprobó.

Romeo la engañaba.
Lo hacia con cuanta mujer se le pusiese enfrente; a pesar de que Romeo le prometió amor eterno y fidelidad.

Romeo le era infiel.

Los sentimientos de Julieta eran muchos.

Odio, coraje, desesperación, tristeza, decepción.
Y muchos más.

Pero solo uno la dominaba.

Venganza.

Esta noche Romeo pagaría por su insulto.

Esa noche Julieta cocino algo especial, uso la vajilla de porcelana, vistió su vestido mas elegante y su ropa interior mas sexi.

Su hermosura volvía a ser la misma que en su juventud.

Romeo llego a la misma hora de siempre.

Saludo a Julieta con un frio beso en la mejilla y se sentaron a cenar.
No noto la vestimenta especial de Julieta.
No hasta que fue demasiado tarde.

Julieta sirvió una copa del vino favorito de Romeo.

Romeo no pudo distinguir ese extraño sabor.
Un sabor que no pertenecía al vino.
Un sabor que lo llevo a la inconciencia.

Al despertar, Romeo noto su inmovilidad.
Estaba sujeto a una silla, sujeto a ella; de manos y piernas, sujeto con cinta adhesiva.

Julieta estaba frente a él.
Sonriendo.

           Solo te lo preguntare una vez.
¿Me engañas con alguna otra mujer?

Esas fueron las únicas palabras que dijo Julieta.
No necesitaba realmente una respuesta.
Solo esperaba algo de sinceridad de parte de Romeo.

Romeo no fue sincero.

La venganza seria salvaje.
Sin dudas ni titubeos.

Un viejo cuchillo oxidado fue el arma perfecta.
Julieta corto la mano derecha de Romeo.

No la corto de un solo golpe.
El cuchillo estaba oxidado y casi sin filo.
Julieta tomo su tiempo.
Lento y doloroso.

Y justo como Julieta lo esperaba.
Los gritos de perdón y sufrimiento de Romeo fueron el mejor afrodisiaco.

Julieta tenía la mano cercenada de su amado en sus manos.

Recupero lo que era suyo.

La herida de Romeo sangraba como si de una fuente se tratara.
Sin embargo, aun no moriría.
Romeo debía ver lo que Julieta haría a continuación.

Julieta comenzó a lamber uno a uno los dedos de la mano cercenada de Romeo, los chupo despacio, saboreando la sangre que en ellos quedaba.

Julieta comenzó a retirar una a una sus prendas, con un ritmo lento, dejando que Romeo disfrutara de su cuerpo por última vez, aunque solo fuera con su vista.

Julieta deslizaba la mano cercenada de Romeo por todo su cuerpo, lentamente, sintiendo su frio contacto con toda su piel, dejando rastros sangrientos por todas sus prendas.

Muy pronto Julieta quedo en ropa interior.
Un fino conjunto.
Encaje negro y un ligero blanco.

Ambos manchados por igual.
Pero lo mejor vino cuando Julieta quedo completamente desnuda.

Los dedos muertos recorrieron los senos de Julieta.
Tocaron lentamente los pezones erectos.
Recorrió su aureola con movimientos circulares, lentos.
Si la mano estuviera viva hubiera apretado el par de pechos de Julieta.
Habría pellizcado sus pequeños pezones erectos.

Pero la mano estaba muerta.
Casi como el dueño.
Pero no aun, sus ojos estaban completamente atentos de la escena que Julieta le brindaba.

La mano muerta comenzó a bajar lentamente por el cuerpo cada vez mas vivo de Julieta.
Su frio contacto provocaba cada vez mas placer a Julieta.

Y ahora ya no podía detenerse.

Se tumbo sobre la alfombra, abrió de par en par sus piernas y deslizo lentamente la mano muerta entre ellas.
Los dedos fríos y muertos, duros como piedra.

Los froto con ferocidad, con una perversa satisfacción, Romeo seguía observando, su mirada estaba inmóvil.

Julieta se masturbaba con la mano muerta de su amante.
Introducía los dedos fríos en su vagina, cada vez más húmeda, cada vez mas caliente.
Frotaba su clítoris con fuerza, con los dedos, con la palma de la mano, con el pedazo de hueso que sobresalía del corte realizado.

Tan fuerte que muy pronto comenzó a sangrar.
Su sangre se mesclo con la de su amante moribundo.
Siendo unos nuevamente.

El clímax de Julieta estaba próximo.
La muerte de Romeo sucedería en pocos minutos.

Julieta cambio la posición de los dedos fríos, los movió y junto, causando un crujido mortal con cada movimiento, los dedos estaban tiesos.
Casi como piedra.

Formo una palma, estirando cada uno de los dedos y juntándolos lo más posible.
Todo eso para poder experimentar un placer mayor.

Introdujo toda la mano en su vagina.
Completamente toda, solo dejo fuera la parte de la muñeca donde se veía el hueso.

No lo hiso de forma lenta.
De un solo movimiento veloz.
Introdujo toda la mano de forma bestial, con un solo movimiento, rasgando sus entrañas.

Esto le dio el clímax final.
Toda la mano de su amante en su interior.

Moviéndola salvajemente, adentro y afuera, izquierda y derecha.

La mano muerta de Romeo funciono mejor que ningún pene vivo.

Julieta fue llevada al paraíso.
Se sintió nuevamente viva.

Caso contrario de Romeo.
Murió con una expresión indecible de horror en su rostro.

Justo lo que Julieta quería.
Para Romeo la diversión había terminado.

Pero para Julieta aun continuaba.
Después de todo.

Romeo aun tenía otra mano.
Tan fría y muerta como Romeo.
Esta seria una larga noche para Julieta.

¿Que mejor venganza que el placer sin  restricción?




-Marius Von Cheshire